martes, 25 de enero de 2011

Domingueando

El pasado sábado, durante el camino de vuelta de una excursión en bici bajo la agradable temperatura de 0ºC, un compañero me comentó: “lo malo de este tramo es que está lleno de domingueros”. Y yo pensé: claro, como nosotros. En ese momento tomé conciencia de mi metamorfosis dominguil. Ya podía clasificarme como un dominguero más. Vale, quizá no como un dominguero gold edition de los que combinan chándal, camisa y zapatos con el Marca doblado en el sobaco. Pero sí al menos como un aspirante a dominguero, para el que salir a la calle un sábado o domingo por la mañana bien pronto ha dejado ya de ser algo extraño.
Volviendo al asunto, me llamó la atención el hecho de hablar en tercera persona de forma casi despectiva de un grupo al que, quieras o no, perteneces. Sin duda es algo que hacemos todos. De hecho me recordó a cuando, siendo todavía un adolescente, criticaba algunas discotecas o zonas de marcha por estar llenas de chiquillos. Y lo mismo ocurre cuando haciendo turismo nos quejamos de la excesiva presencia de turistas, afirmándolo incluso con cierto tono peyorativo. Hasta buscamos en las guías o preguntamos a los autóctonos por sitios que no estén frecuentados por esa morralla de excursionistas armados de cámaras digitales, a falta de escupir en el suelo al referirnos a ellos.
De lo que no nos damos cuenta es que esto ocurre porque somos demasiados y por eso está todo tan masificado. Definitivamente el problema es que este mundo está lleno de gente (puaj!).

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