miércoles, 17 de agosto de 2011

El diablo viste de Papa

Joseph Ratzinger en su juventud

Mucho se ha debatido sobre las JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud, para el que haya vivido en un búnker las últimas semanas) y su coste para los españoles. Los detractores hablan de un gasto de 50.000.000€ que vamos a asumir entre todos con nuestros impuestos. Los que apoyan el evento argumentan que el coste quedará íntegramente cubierto con fondos privados. Una parte de la minuta la pagarán los asistentes de su bolsillo y otra las cajas de algunas generosas empresas que por lo visto no conocen la crisis. Estas colaboraciones desgravan de un 30% a un 80% en la declaración de la renta, así que está claro que quienes pagamos finalmente el pato somos nosotros, los contribuyentes. Y los peregrinos por lo visto no gastan ni en pipas, así que de retorno de inversión poco.

Lo que llama mucho la atención de las JMJ es el ofertón de la SEMANA FANTÁSTICA. La jerarquía católica ha concedido a los confesores la facultad de remitir la excomunión por aborto a las fieles arrepentidas. La Iglesia considera que el aborto es un abominable pecado mortal que te lleva directo al infierno. Normalmente no hay vuelta de hoja. Pero las JMJ tienen una oferta inigualable: Si acudes al evento y te confiesas, quedas absuelto. Así se zanja rápidamente el problemón de pasarte toda la eternidad en el averno. ¿Alguien da más? Eso sí, sólo durante esta semana. Si llegas tarde te lo pierdes. Allá tú.

Es un reclamo como cualquier otro, sin mucha diferencia del portátil rebajado a precio de coste del MediaMarkt o los 8 días de oro del Corti. Habría que ver el brainstorming de los arzobispos ideando la oferta: “Ya lo tengo! Con esto lo vamos a petar fijo!” (en sentido figurado, se entiende). Aunque ya puestos, probablemente habría tenido más éxito un glory-hole en cada uno de los 200 confesionarios del Retiro o una semana entera de tocamientos impunes.

Lamentablemente este ridículo llamamiento hará que más de una chica, angustiada por una conciencia religiosa cultivada firmemente por su entorno, acuda desesperada al evento intentando librarse de esa sensación de culpa que le amarga la existencia. Ojalá pudiera darse cuenta de que esos diablos que la atormentan no están en el infierno, sino delante de ella y portando mitra.

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