viernes, 30 de enero de 2015

Matilde






El padre Canal era un cura chapado a la antigua, parecía recién salido de una película española de los años 50. Devoto, serio y estricto, apestaba a franquismo por los cuatro costados. Nos juraba venganza a sus alumnos, cuando según él nos habíamos pasado de la raya, besando una cruz imaginaria que formaba con los dedos índice y pulgar de su mano derecha. “Por ésta que os la devolveré”, afirmaba con gesto colérico. A mí los curas me procuraban en general bastante respeto, por no decir que me cagaba de miedo con sus amenazas. Estaba por tanto bien educado en el “temor a Dios”. Puedo afirmar que la gran mayoría de los clérigos que conocí eran malvados, en toda la amplitud del término. Alguno bueno conocí durante 12 años de colegio católico, claro que sí, pero la crueldad de los ruines eclipsaba la bondad de la minoría.

25 años después aún recuerdo al padre Canal contar, como un héroe explicando sus heridas de guerra, que había estado en el bombardeo de Gernika -curiosamente obviando quién bombardeaba-. Le recuerdo contando el salvajismo de la guerra y las miserias de la postguerra. Recuerdo también que el primer día de clase nos presentó una larga y vieja regla de madera con la que impartiría los castigos físicos. A esa regla, con el peculiar humor cínico que le caracterizaba, la había bautizado con un nombre propio de mujer.

viernes, 9 de enero de 2015

#JeSuisCharlie





Libertad de expresión, lección 1

 
Libertad de expresión, lección2

Libertad de expresión, lección 3

Libertad de expresión, lección 4